https://www.youtube.com/watch?v=9G1HACiF2Qk
En algún punto, todos necesitamos una palmadita en la espalda, alguien o algo que nos diga, que estamos haciendo bien, que vamos por buen camino… sea lo que fuere que estemos encarando…
Somos seres humanos y en algún punto la validación externa y el contacto y feedback con los demás, se nos hace necesario.
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Hoy fui a una sesión con una Terapeuta Ocupacional. No, no estoy en crisis de vocación, ni quiero cambiar de trabajo, ni estoy aprendiendo un oficio.
La Terapia Ocupacional es “el conjunto de técnicas, métodos y actuaciones que, a través de actividades aplicadas con fines terapéuticos, previene la enfermedad y mantiene la salud, favorece la restauración de la función, suple las deficiencias incapacitantes y busca conseguir independencia y reinserción posible del individuo en todos sus aspectos: laboral, mental, físico y social.”
http://es.wikipedia.org/wiki/Terapia_ocupacional
http://www.terapia-ocupacional.com/
http://www.uandes.cl/escuela-de-terapia-ocupacional/que-es-la-terapia-ocupacional.html
Se ocupan de eso… en mi caso, de devolvernos cierta movilidad y funcionalidad, cuando ésta se vio interrumpida o incapacitada por alguna razón.
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La primera vez que me recomendaron hacerlo, yo no tenía muy claro qué era, fui porque confiaba en mis médicos y sus recomendaciones. Llamé a OSDE y no logré jamás que me dijeran dónde y con quién tenía que ir… lo confunden con kinesiología, rehabilitación,etc.
Entonces tomé acción y busqué en google. Así encontré la Asociación Argentina de Terapistas Ocupacionales (AATO), organización que nuclea a los profesionales de Terapia Ocupacional con título profesional y a estudiantes avanzados de estas carreras. Ellos tienen una bolsa de trabajo, a la cual yo mandé mi inquietud y así me contacté con Nati. http://www.terapia-ocupacional.org.ar/
Nati me atendió durante casi un año, hasta que el consultorio cambió de domicilio y ya se me hacía muy lejos el viaje.
Mi primera reacción al llegar, no fue de alivio, fue de horror. Ahí me encontré con mucha gente en diferentes situaciones: la mayoría habían sido accidentes de moto y otras personas habían sufrido alguna operación de mano o muñeca por lo que necesitaban rehabilitar esos movimientos. Esos eran mis compañeros de mesa. Me sorprendió muchísimo ver la cantidad de gente que se accidenta y cuantas secuelas les traen.
Al principio me miraban sorprendidos porque no tenía cicatrices ni un yeso… y no terminaban de entender porqué estaba en la mesa juntando pelotitas para no perder la capacidad de pinza que tienen nuestros dedos, por ejemplo. Al rato, alguien se animaba y preguntaba.
Además de ejercicios tuve que empezar a usar “valvas de descanso” para las manos. Una suerte de yeso de un material plástico que se cierra con velcro y que te hace las veces de disfraz de robocop y que se usa por las noches para dormir y que los brazos descansen y eso ayude a la inflamación.
Así, en un abrir y cerrar de ojos veía como mi vida se iba “adaptando”… cómo cambiaban mis movimientos, mi movilidad y como se ampliaban mis limitaciones.
No fue un momento fácil.
Y a esta altura no había, todavía, hecho el click que me llevó a ver todo esto con otros ojos.
Una de las cosas que más me ayudó fue el humor.
Mi pareja de entonces, tenía un buen sentido del humor, un poco irónico a veces, pero conveniente en otros…
Cuando nos íbamos a dormir, yo agarraba mis “bracitos” – como le decía, y cuando me los estaba poniendo, él empezaba a hacer voces e imitación de los diálogos más famosos de “Las guerras de las galaxias”…
Automáticamente yo me reía y eso pasaba a ser un momento más y no un
gran trauma. A veces me hacía las imitaciones de lucha de “Matrix” o un juego de espada con una de las valvas mientras me ponía la otra…
Así, toda esta situación de usarlas se hizo cotidiano, común y simple.
Es increíble cómo estos pequeños gestos cambian la vida de una persona.
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Hoy volví, después dos años a hacer un nuevo diagnóstico de situación con una nueva terapista, Verónica. Avanzamos ahora con ejercicios, un cambio de valvas por otro modelo y anillos de dedos para que los nudillos se mantengan en su lugar.
Así como cuando trabajé con Nati, como ahora con Verónica, como en su momento con mi pareja de entonces, siempre necesitamos a alguien que nos diga que vamos bien.
Ya sea con su guía y paciente apoyo de terapeuta, como con el humor y la simpleza de que lo que estamos viviendo no nos hace ni menos ni diferentes. Y que debemos además estar agradecidos que podemos acceder y contar con este tipo de ayuda y elementos para que nuestra vida sea mucho más fácil.
Ya dejé la versión de la guerra de las galaxias.
Porque ahora soy “la mujer biónica”, aunque de vez en cuando también necesite la palmadita en la espalda y alguien que me diga:
“vas bien”.
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